La anécdota es bien conocida:
Una
tarde de primavera F. Nietzsche está haciendo cola en un McDonald's.
Cree que debería pedirse una ensalada César, pero sabe que al final
pedirá una Big Mac con Coca-Cola y patatas grandes. Y sonríe porque
piensa que en esa decisión se impone, una vez más, lo dionisíaco a lo
apolíneo.
Cuando
llega su turno, Friedrich repara en la plaquita con el nombre de la
joven que le atiende. Su nombre es Cósima. En ese momento los recuerdos
se disparan en su mente. Los paseos por la finca familiar, las miradas
furtivas, el olor de aquel pañuelo hurtado tras un impulso irrefrenable,
el anillo del Nibelungo, el puto anillo del Nibelungo…
¿Y qué pasó luego, Fernando? ¿Se recuperó? ¿Se fue a casa? ¿Se puso Tristán e Isolda?
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