miércoles, 20 de noviembre de 2013

McNietzsche



La anécdota es bien conocida:

Una tarde de primavera F. Nietzsche está haciendo cola en un McDonald's. Cree que debería pedirse una ensalada César, pero sabe que al final pedirá una Big Mac con Coca-Cola y patatas grandes. Y sonríe porque piensa que en esa decisión se impone, una vez más, lo dionisíaco a lo apolíneo.

Cuando llega su turno, Friedrich repara en la plaquita con el nombre de la joven que le atiende. Su nombre es Cósima. En ese momento los recuerdos se disparan en su mente. Los paseos por la finca familiar, las miradas furtivas, el olor de aquel pañuelo hurtado tras un impulso irrefrenable, el anillo del Nibelungo, el puto anillo del Nibelungo…

Y de pronto un grito surge de sus entrañas. Un grito milenario que hace temblar los cimientos del McDonald's. Y de un manotazo arroja unos McNuggets al aire, que caen a cámara lenta, como pétalos de pollo frito. Y sale corriendo. Y ya en la calle, en la puerta del establecimiento, ve a dos niños que zarandean una figura a tamaño natural de Ronald McDonald. Y Friedrich aparta a los niños llorando y se abraza al cuello del payaso mientras murmura “madre, soy tonto” “madre, soy tonto”. Y pierde el conocimiento a los pies del payaso. Y la gente se acerca y observa al filósofo, haciendo corro alrededor.